
Entre fanfics mal escritos, mates y otras drogas
-¿Tienes algún familiar niño? -Preguntó el policía, lo miraba con pena. Harry estaba acostumbrado a ser visto de muchas maneras, ninguna de ellas agradable, así que pudo notar con la expresión del policía que el lugar a donde iría a parar con su "No", no sería el mejor.
No lo fue. El orfanato era tan frío como la alacena debajo de la escalera, los niños mayores siempre lo molestaban como usualmente hacia su primo y debía sumarle a la extraña mirada que el director de la institución tenía cuando los observaba formar en el comedor. Esa mirada fue la peor de todas, Harry estaba seguro que un adulto no debería ver así a los niños. No era correcto.
Por primera vez en su vida, extraño a sus tíos. Pero ellos no volverían, el policía le explicó con palabras simples que había ocurrido un accidente con el coche cuando ellos volvían del cine, su primo estaba muy grave y quizás nunca despertaria. Estaba solo en el mundo, realmente solo.
Harry solía escaparse de los dormitorios por las noches, se escurría por las sombras del orfanato hasta el patio, donde solía ocultarse detrás de un pequeño cobertizo. Desde ahí podía ver el cielo estrellado y llorar en silencio ¿Por qué siempre la gente moría a su alrededor? Primero sus padres y luego sus tíos... No era justo.
Con su cabeza enterrada en sus rodillas, no noto cuando una sombra se acercó lentamente hacia él.
-Hace frío como para que estes aqui tan tarde. -Escucho, ningún adulto sabía que él se escapaba algunas noches y no tenía permitido hacerlo. No quería ser castigado, los niños que se portaban mal tenían una charla muy larga con el director, a solas y lo que quedaba de ellos al salir no era más que ojos apagados y rojos por el llanto. No sabía qué pasaba ahí, pero Harry no quería averiguarlo.
-Y-yo, lo siento. -Comenzó a decir, intentando ver cual de todos los cuidadores era ese hombre. Entonces recordó, que a excepción del director, todos los empleados eran mujeres. El alivio le duró poco, recordando que estaba solo, en un lugar donde nadie sabía que estaba y con un adulto desconocido. -¿Q-quién es usted?
-Tienes los ojos de ella.
-¿Ella?
-Lily, tu madre. -Dijo el hombre, Harry no podía ver su expresión, pero sonaba tan triste. -Tienes sus ojos.
Miles de preguntas asomaron, pero la mención del nombre de su madre le trajo tanta sorpresa como emoción. Si ese hombre conocía a sus padres ¿entonces vendría por él?
-¿Me adoptaras? -Pregunto curioso, la emoción desbordaba en sus palabras. -¿Lo harás?
El hombre de negro no dijo nada, solo estaba ahí, parado y quietecito.
-¿Puedes llevarme de aquí? -Insistió Harry. -El director John me asusta.
-¿Te lastima?
-No... Pero lastima a otros niños. -Dijo, quizás este adulto estaría dispuesto a escucharlo y ayudarlo. -No vi nada, pero Ben, mi compañero de cuarto, dijo que lo tocaba en lugares extraños, por eso... ¿Puedes sacarme del orfanato? Soy silencioso, puedo lavar los platos, cocinar y planchar, lo hacía en la casa de mis tíos. Seré un buen niño...
Harry sintió su pecho apretarse, las lágrimas se acumularon en sus ojos y empañaron su vista. Un nudo se formó en su garganta, rompiendo sus palabras.
-Sabes muchas cosas para solo tener ocho años.
-Tengo siete. -Murmuro, a los adultos les gustaban los niños más pequeños para adoptar. Harry aún era pequeño, más bajito que el resto de los niños, pero no tanto como un bebe. Sabia que seria difícil tener una familia luego de pasar los diez años. -Cumpliré los ocho dentro de poco.
-El 31 de julio, lo sé. -Dijo el hombre. Entonces extendió su mano hacia él, Harry no dudó en tomarla, era cálida y de agarre suave, casi amable. -Vamos a casa, Harry.
Esas palabras fueron magia en su mente. Lo próximo que supo, es que no volvería al orfanato. Fue llevado a la casa del hombre de negro, quien lo baño, lo vistió con ropas limpias y le dio de comer comida deliciosa y abundante. No se enojó cuando quiso repetir una segunda porción y le sirvió jugo de naranja, hasta el borde del vaso. No sabía si así era cuando los niños eran adoptados, pero a Harry le gusto, le gusto muchísimo. Solo una vez pregunto por el orfanato y sobre Ben, su único amigo en ese lugar. El señor de negro arrugo la frente enojado, como si hubiese comido fruta en mal estado y le contesto que el director John ya no era director y que se encontraba en un lugar donde nunca mas podría lastimar a nadie.
-Ningún adulto puede decirte o hacerte daño Harry, no está bien y no debes permitirlo. -Dijo el señor Snape. Tenía un nombre gracioso, pero el hombre le contestó que no y que solo era porque su nombre era aburrido. A Harry le gustaba ser llamado Harry, era el nombre que sus padres le habían dado, así que lo apreciaba muchísimo. -¿Entiendes lo que te digo?
-Si, señor. -Contestó obediente. -Lo entiendo.
-Ahora soy tu tutor, así que debes contarme todo lo que te suceda ¿entiendes eso también?
-Sip, no debo guardarme nada. -Dijo divertido. Le gustaba cando el señor Snape le hablaba como un adulto, Harry no era tonto como sus tíos o los niños mayores del orfanato pensaban. -No hay secretos.
-Muy bien, ahora, ve a terminar tus deberes.
Ah... Eso no le gustaba tanto.
El señor Snape le aseguro que era un mago y que Harry también lo sería. Le mostró hechizos hermosos, como las flores blancas que se encontraban al lado de su cama, abrían sus pétalos cuando era hora de despertar y liberaban un linda melodía. A veces, si tenía pesadillas, las tocaba y las flores acariciaban sus manos, consolándolo. Las amaba, sobre todo porque tenían el mismo nombre que su madre: Lily. Era el primer obsequio que había recibido en su vida, por lo que lloró mucho cuando el Señor Snape se las dió, como regalo de bienvenida. Claro que lo hizo cuando estuvo a solas, en su cuarto.
Pero no todo era tan lindo y divertido. Ser un mago era algo muy difícil, el Sr. Snape le daba clases luego del desayuno hasta el mediodía. Luego le permitía jugar hasta la hora de la merienda. Le enseñaba sobre animales fantásticos, sucesos que ocurrieron en el pasado y personas importantes en la sociedad mágica ¡Sus padres estaban ahí! Habían derrotado a un mago muy malvado, sacrificando su vida en el proceso. Las clases eran interesantes aunque la tarea se volvía cada vez más difícil, pero estaba bien, era divertido aprender sobre un mundo que no sabía que existía. Aun así, lo mejor eran las anécdotas de sus padres que el Sr.Snape le contaba por las noches, antes de irse a dormir. Casi todos eran sobre su madre, al parecer su papa no era tan grandioso ni tan fuerte y no parecía haberle caído bien al hombre de negro, pero este le aseguraba que Harry había sido amado por ambos y que lo protegieron con su vida hasta el final.
Amado, Harry nunca se había sentido amado por nadie. Las miradas nunca eran de cariño y las pocas veces que alguien lo tocaba, no eran por caricias o mimos, sino con nalgadas o bofetadas por haber quemado una camisa al planchar o simplemente porque su tío estaba de mal humor y necesitaba descargarse con alguien. El Sr. Snape no era cariñoso, pero si muy amable y, de vez en cuando, le daba un par de palmaditas en su cabello, cuando había superado un problema difícil en sus estudios.
El Sr. Snape dijo que Harry era el salvador del mundo mágico, aun no entendía del todo que significaba aquello pero para él, el hombre de negro era su héroe. De eso estaba segurísimo.
-¿Qué tipo de pastel quieres? -Dijo una mañana el mago, mientras Harry comía cereal y fruta.
-¿Pastel?
-Si, ¿acaso no quieres un pastel para tu cumpleaños?
¡Su cumpleaños sería pronto! Lo había olvidado, los días eran tan divertidos que simplemente los disfrutaba sin pensar más allá de ellos. Nunca tuvo pastel o regalos en sus otros cumpleaños, su tía jamás lo festejaba y solo una vez lo mencionó, diciendo que ese día había comenzado la mala suerte de su hermana. Eran mentiras, el Sr. Snape le aseguro que Harry fue amado, ahora lo sabía pero en su momento esas palabras le pusieron muy triste.
-¿Cuál debería elegir? -Dijo extasiado ante la posibilidad de probar un pastel. -¿Cuál es su favorito? -Pregunto al final, no sabia que escoger, no tenía con qué compararlo. Solo recordaba los pasteles de crema blanca que su primo recibía en sus cumpleaños pero no sabía cuál era su sabor. Así que seria mejor que el mago escogiera por el, de todas formas, estaba seguro que cualquiera le gustaría.
-No me gustan los dulces. -Respondió, Harry ahora no sabia que hacer, eso sería un problema si ninguno sabía que pastel escoger.
-Oh...
-Iremos esta tarde a una pastelería, solo elige el que más te guste del aparador. -Concluyo el señor de negro, volcando toda su atención al diario que tenia entre sus manos. Harry se sorprendió mucho la primera vez que lo vio, las imágenes se movían solas, era super genial.
-Vale. -Estaba emocionado ¡Iba a festejar su cumpleaños! Entonces, se animó a pedir algo por primera vez. -¿Podemos no tener clases ese día? y quizás... podríamos jugar juntos...
En los cumpleaños de su primo muchos niños aparecían ese día, con regalos envueltos en brillantes papeles y moños enormes. No era tan atrevido como para pedir algo, no quería nada en realidad, el Sr. Snape le había dado tanto para toda una vida de cumpleaños. Aun así, no tenia amigos pero deseaba jugar con su persona favorita en el mundo, el señor de negro.
-Yo no juego. -Dijo contarte y Harry se amargo, pero no iba a llorar, era un niño grande para eso.
-Bueno...
-Podrás levantarte más tarde y dejaremos las clases para el día siguiente. -Dijo cediendo. Solo eso bastó para recuperar su sonrisa de oreja a oreja. -Podrás jugar tú solo todo el día.
Bueno, el Sr. Snape nunca jugaba con él de todas formas y levantarse tarde era algo muy bueno. Ese día fueron a comprar el pastel, se tardó un buen rato en elegir, pero la señorita de la tienda fue super amable y le recomendó un pastel blanco por fuera, asegurando que por dentro tenía capas de diferentes colores ¡Un pastel arcoíris! Su primo nunca había tenido algo similar, así que no sabia que existían. Se llevaron ese a casa y una velita azul con el número ocho en ella.
Luego fueron al supermercado, donde Harry pudo elegir que comerían para la cena, el señor de negro siempre le preguntaba que comidas quería y se las preparaba. Quizás nunca sonreía, ni decía palabras cariñosas pero era super, super amable con él a su manera.
-¡Podré pedir un deseo cuando sople la vela! -Dijo Harry, mientras las colchas le cubrían y la almohada se adaptaba a su cabeza. La magia era simplemente genial. El Sr.Snape solo asentía, mientras le tendía un pequeño frasco de color naranja. Harry lo bebió sin respirar, era amargo y asqueroso, pero el mago le había asegurado que lo ayudarían a crecer. Era un niño obediente, así que no renegaba por ello. Además, el hombre siempre le tenía un caramelo de fresa para pasar el mal sabor y dejaba un vaso con agua en la mesa de noche por si tenía sed más tarde.
-Para cumplir con toda tu lista deberás descansar bien, no querrás enterrar la cara en el pastel porque te quedaste dormido. -Dijo el Sr.Snape ¡Eso jamás sucedería! No podía arruinar su primer pastel de esa forma. Estaba muy emocionado, por lo que debería obligarse a dormir esa noche.
El mago acarició de cabello gentilmente, haciéndole sonreír. -Buenas noches, Harry.
-Buenas noches....
A diferencia de lo que creyó, callo completamente dormido a los minutos.
Despertó al otro día, a la hora usual en que lo hacía. Tenía permitido dormir más tiempo, pero la emoción lo hizo saltar de la cama, vestirse rápidamente y bajar por las escaleras hacia la cocina. Sabía que ahí estaría el mago, siempre despertaba más temprano que él. Aun así, lo que no espero encontrar al llegar fue la decoración que adornaba todo el lugar. Muchos ramilletes de globos de muchos colores colgaban de las paredes, serpentinas con formas divertidas colgaban del techo. La mesa del comedor tenía un mantel blanco con bordes dorados y, sobre este, se encontraban cinco bolsas de brillantes colores y moños gigantes.
Harry quedó petrificado en la entrada, mirándolo todo. Realmente parecía un cumpleaños...
-¿Qué haces despierto tan temprano? Deberías seguir durmiendo, el desayuno aún no está listo. -Dijo una voz que salía de la cocina. Harry miró al hombre, quien tenía un bol en sus manos.
-Es mi cumpleaños... -Susurro, casi sin creerlo. El mago le miró confundido, como si fuera algo obvio y entonces no aguanto más. Harry sintió sus ojos picar y no pasó mucho antes que las lágrimas cruzaran por sus mejillas. Lloro mucho y muy alto, no estaba triste más bien todo lo contrario pero aun así sentía su pecho exprimirse, no sabía que su cuerpo podía llenarse de tanta felicidad.
Estiro sus bracitos hacia el señor de negro, quien parecía un poco asustado. Harry no había llorado en ningún momento desde el día que se conocieron, ni siquiera en las noches de pesadillas. Intentaba ser un niño grande y comportarse como tal, pero esta vez se sentía como un bebe. Fue tomado entre los brazos del hombre, enterrando su rostro en su pecho y llorando aún más angustiado. Las caricias recorrían su espalda, intentando reconfortarlo y el Sr.Snape no paraba de preguntarle si algo le dolía o si se sentía mal.
Harry no podía hablar, pero quería decirle que no estaba triste, solo que en ese momento era muy, muy feliz. Lo intentó, pero las palabras le salieron cortadas y con balbuceos extraños.
Aun así el Sr.Snape pareció entenderlo. Porque lo abrazo mas fuerte, diciéndole dulcemente: -Ahora todo estará bien Harry, todo será distinto y mejor. -Y le creía, sabía que no estaba diciendo mentiras. -Feliz cumpleaños, Harry.